En primer lugar, antes de comenzar, me gustaría disculparme porque hace ya bastante tiempo desde mi última publicación. El tiempo del que dispongo es cada vez menor y no me he podido dedicar al blog. Espero no demorarme mucho para la próxima publicación.
Después de todo lo que estamos viviendo con la pandemia del Coronavirus, mañana por fin, gran parte de la población va a poder salir a la calle. Han sido mucho días de encierro, de abandono o cambio de hábitos, de sentimientos de inseguridad, desprotección...
Y ante este miedo e inseguridad han surgido unos materiales para protegernos, que muchas veces parecen la solución a nuestros problemas: las mascarillas y los guantes.
Aunque se está haciendo mucho hincapié en la gran importancia de un adecuado lavado de manos y en el distanciamiento social, tanto mascarillas como guantes se están convirtiendo en un codiciado tesoro.
No quiero llevar a la confusión, pero sí que me gustaría aclarar algo. El uso de mascarillas y guantes es muy importante para el tratamiento de la enfermedad, pero un mal uso puede ser muchísimo más perjudicial que los beneficios que nos pueda aportar.
Las mascarillas que tiene la mayor parte de la población son para no contagiar a los demás, es decir, si se va por la calle con una mascarilla de las que se conocen como quirúrgica (cómo la de la foto), se va a limitar mucho contagiar a otra persona. Pero eso no nos protege a nosotros.
Además hay que recordar que estás mascarillas tienen un periodo de validez, tras el cual, deja de ejercer su función.
Con los guantes sucede algo parecido. No tiene ningún sentido ir constantemente con los guantes; en el momento en el que se toque algo que esté contaminado, podemos ir contaminando más cosas sin ser conscientes, porque como llevamos guantes, nos sentimos seguros y nos olvidamos del adecuado lavado de manos.
Con todo esto, lo único que pretendo es que hagamos una reflexión sobre el tema y seamos conscientes de la falsa sensación de seguridad que nos pueden generar estos productos, en especial si se hace un mal uso de ellos, para no llevarnos sustos a posteriori.
Y ante este miedo e inseguridad han surgido unos materiales para protegernos, que muchas veces parecen la solución a nuestros problemas: las mascarillas y los guantes.
Aunque se está haciendo mucho hincapié en la gran importancia de un adecuado lavado de manos y en el distanciamiento social, tanto mascarillas como guantes se están convirtiendo en un codiciado tesoro.
No quiero llevar a la confusión, pero sí que me gustaría aclarar algo. El uso de mascarillas y guantes es muy importante para el tratamiento de la enfermedad, pero un mal uso puede ser muchísimo más perjudicial que los beneficios que nos pueda aportar.
Las mascarillas que tiene la mayor parte de la población son para no contagiar a los demás, es decir, si se va por la calle con una mascarilla de las que se conocen como quirúrgica (cómo la de la foto), se va a limitar mucho contagiar a otra persona. Pero eso no nos protege a nosotros.
Además hay que recordar que estás mascarillas tienen un periodo de validez, tras el cual, deja de ejercer su función.
Con los guantes sucede algo parecido. No tiene ningún sentido ir constantemente con los guantes; en el momento en el que se toque algo que esté contaminado, podemos ir contaminando más cosas sin ser conscientes, porque como llevamos guantes, nos sentimos seguros y nos olvidamos del adecuado lavado de manos.
Con todo esto, lo único que pretendo es que hagamos una reflexión sobre el tema y seamos conscientes de la falsa sensación de seguridad que nos pueden generar estos productos, en especial si se hace un mal uso de ellos, para no llevarnos sustos a posteriori.
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