Ahora que ya ha llegado el verano y los baños en piscinas o en el mar son mucho más frecuentes, voy a aprovechar para hablar sobre el ahogamiento seco o secundario, que supone una situación muy grave, que de no resolverse, puede conllevar el fallecimiento de la persona afectada.
El ahogamiento seco consiste en que el oxígeno no llega a los pulmones, y la causa no es la inmersión en agua u otro líquido. El motivo más habitual en los niños suele ser la acumulación de agua en los pulmones, como consecuencia de un ahogamiento previo. Aunque se haya rescatado al niño, hay agua que ha podido quedarse dentro de los pulmones y seguir dañándolos.
Y, cómo sucede esto? Cuando los músculos de la laringe detectan la entrada de agua en su trayecto, se contraen e impiden la entrada del oxígeno en los pulmones (esto es conocido como laringoespasmo); es un mecanismo de defensa del organismo para evitar un mayor daño por la entrada de agua.
A pesar de ello, el corazón continúa bombeando sangre, que puede acabar entrando en el espacio aéreo y dificultando todavía más la entrada del oxígeno. Si no se recibe asistencia inmediatamente, la persona muere por asfixia.
Sus síntomas más frecuentes son:
- Cansancio extremo.
- Dificultad para respirar o falta de aliento.
- Cambios en el comportamiento por la disminución de la llegada del oxígeno y confusión mental.
- Dolor en el pecho.
- Tos persistente.
- Cambios en el color de la piel o piel sudorosa.
Aunque de forma menos frecuente en los niños, también puede producirse por parálisis muscular, aspiración de gas y herida punzante en torso.
Por todo ello, si un niño presenta algún episodio de ahogamiento y al sacarle del agua parece que está bien, habría que vigilarle bien, y no estaría de más ser visto en un servicio sanitario.
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